Voy rápido, quiero llegar justo a tiempo. Inconsciente,
procuro no pisar las juntas que separan los adoquines. Mis playeros blancos
brillan al sol. Un cordón está a punto de soltarse de su compañero. Ni siquiera
pienso en detenerme. Meto una mano en el bolsillo. Llevo unas monedas sueltas.
Las acaricio. En mi boca un sabor metálico. Camino más rápido.
Lo veo ya. Camiseta negra. Brazos desnudos. Vaqueros. El calzado
todavía no es visible. Cada vez se hace más grande. Como si Alicia le diese
pastel para crecer. Me ve. En la mano derecha lleva algo. Solo
camino yo. Diez metros. Nueve
metros. Ocho metros… A medida que me voy
acercando su mano va subiendo a cámara lenta. Apunta hacia mi dirección. Cuando
distingo lo que lleva, mi mirada cae lentamente hacia el suelo, pero mis pies
siguen avanzando. En un instante mi mente borra lo que he
visto. Levanto la mirada y esta vez lo miro directamente a los ojos. Marrones. Los
recuerdo. Llego a su altura. Me detengo. Una fina camiseta de algodón es lo que separa
el cañón de su arma de mi pecho. Mi mirada se mantiene, fuerte.
Capta la atención hasta el final, me ha gustado mucho.
ResponderEliminar