Mis pies, descalzos, levitan 15
centímetros sobre el suelo. Bajo ellos,
un campo de anémonas blancas se extiende hasta donde mi vista puede alcanzar.
Mi cuerpo, inerte, está de espaldas al sol. La sombra lo delata. Sobre mi
cabeza descansa un velo, como la tela de una araña, desciende cubriendo mis
hombros. Levanto la vista hacia el
cielo. Cierro los ojos. Aspiro profundamente. El olor que desprenden las flores
invade mi mente. En mi pecho siento como si la lanza de Longinos hubiese
atravesado mi corazón.
El sol que se está poniendo, hace que la
sombra se vaya alargando, a su paso, las pequeñas manchas blancas, débiles, se marchitan.
Extiendo mis brazos en forma de cruz. Una lágrima sin sal desciende por mi
mejilla, y como la cera, se detiene, seca. Mientras la luz se va apagando.
Me ha gustado mucho, tienes el don de la palabra!!!
ResponderEliminary menudo don... yo que tú pensaría en escribir un libro ya... :)
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