Yo, solo yo. De fondo un violín. Un rayo apagado desvía mi
vista de la ventana. Pequeñas gotas caen en el cristal. Pelo suelto. Una puerta
golpea. Dentro de mí el dragón se queda a oscuras. Pisadas alejándose. Del
dragón tan solo salen pequeños surcos de humo, lo intenta una y otra vez pero
es como si no quedase nada dentro. Miles de hormigas empiezan a surcar mis
venas. Siento como el dragón separa la mandíbula. Acompaño sus movimientos. Aspira
aire como nunca lo ha hecho. Lo retiene dentro un instante. Los músculos se
tensan. Mis manos se convierten en puños. Desde lo más hondo del dragón nace una llama,
la llama se convierte en un fuego inmenso. Un fuego que alcanzan a ver el resto
de los dragones en su isla Perdida. De mis entrañas, un grito. Toda la fuerza
de mi pequeño cuerpo se concentra en él. Desgarrador. El suelo tiembla bajo mi
peso. Me voy encogiendo. El grito se va
ahogando en un gemido. Mis lágrimas comienzan a caer. Acompañan a la lluvia.
Mis rodillas tocan el suelo. Mis manos
comienzan a buscar algo por el suelo a tientas, el dolor no deja que mis ojos
vean.
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