sábado, 28 de septiembre de 2013

Isla Perdida


Yo, solo yo. De fondo un violín. Un rayo apagado desvía mi vista de la ventana. Pequeñas gotas caen en el cristal. Pelo suelto. Una puerta golpea. Dentro de mí el dragón se queda a oscuras. Pisadas alejándose. Del dragón tan solo salen pequeños surcos de humo, lo intenta una y otra vez pero es como si no quedase nada dentro. Miles de hormigas empiezan a surcar mis venas. Siento como el dragón separa la mandíbula. Acompaño sus movimientos. Aspira aire como nunca lo ha hecho. Lo retiene dentro un instante. Los músculos se tensan. Mis manos se convierten en puños.  Desde lo más hondo del dragón nace una llama, la llama se convierte en un fuego inmenso. Un fuego que alcanzan a ver el resto de los dragones en su isla Perdida. De mis entrañas, un grito. Toda la fuerza de mi pequeño cuerpo se concentra en él. Desgarrador. El suelo tiembla bajo mi peso. Me voy encogiendo. El  grito se va ahogando en un gemido. Mis lágrimas comienzan a caer. Acompañan a la lluvia. Mis rodillas tocan el suelo.  Mis manos comienzan a buscar algo por el suelo a tientas, el dolor no deja que mis ojos vean. 






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