sábado, 16 de marzo de 2013

I Stay






De pie, me acerco a la ventana. Está cerrada. El marco es de madera, algunas grietas de un color más oscuro lo envejecen. El alféizar es de mármol blanco. Encima, hay una maceta de un color pálido con unas pequeñas hojas verdes dibujadas,  llena de tierra, sin vida. El exterior casi me da de frente. A veces unas rápidas nubes permiten que algún rayo de sol se deslice sobre el mundo.

En ese momento quiero sentirme libre. Me desprendo  del jersey que llevo puesto. En el momento en que lo saco  por la cabeza, mi pelo suelto, es liberado deslizándose por mis hombros desnudos. No llevo ropa interior, por lo que, mis pechos, más sensibles que el resto de mi piel sienten el contacto con la nada.

Mi mente regresa a lo que llevo en la mano. Agarro con fuerza el mango. Alzo lo que sujeto ante mi vista. En ese instante la luz resplandece en la hoja y un ligero destello hiere mi retina.
No es diferente al resto, no es más grande, ni la hoja está más afilada que ninguno de los que haya visto antes. Del mango sobresale una hoja que muere en unos diez centímetros. Lo observo fascinada. Como arma, es ligera y silenciosa. 

Levanto mi otro brazo. Pálido, hace justicia al tiempo. Unas finas venas azules asoman por debajo de la piel a la altura de la muñeca. Sinuosas como serpientes. Poso la punta del cuchillo justo en el centro de la muñeca. Mi idea no es hacerme daño. Es alcanzar sensaciones. Como si el viento soplase con la única intención de tocar mi piel. Deslizo la punta por mi antebrazo, no con mucha fuerza, pero sí la suficiente como para que una fina línea roja nazca haciendo visible el recorrido que el “invitado de honor” hace a su paso. Sigo el trayecto marcado muy despacio. Llego a mitad del antebrazo y  no puedo evitarlo. Tengo la necesidad de apretar con más fuerza.  Puedo sentir como la punta penetra en mi piel. No llego a sentir dolor todavía. Estoy demasiado relajada. Es como si lo deseara hace tiempo. Una pequeña gota como la cabeza de un alfiler asoma. Brilla ante mis ojos como el más bello atardecer. Fuera ya, recorre mi brazo, e igual que un pequeño pájaro que abandona el nido y por primera vez llega justo al borde, duda en lanzarse o no al mundo. 

Se arroja. 

Por un instante queda suspendida en el aire y… mis fantasmas se liberan

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