viernes, 29 de marzo de 2013

Anémonas...




Mis pies, descalzos, levitan 15 centímetros sobre el suelo.  Bajo ellos, un campo de anémonas blancas se extiende hasta donde mi vista puede alcanzar. Mi cuerpo, inerte, está de espaldas al sol. La sombra lo delata. Sobre mi cabeza descansa un velo, como la tela de una araña, desciende cubriendo mis hombros.  Levanto la vista hacia el cielo. Cierro los ojos. Aspiro profundamente. El olor que desprenden las flores invade mi mente. En mi pecho siento como si la lanza de Longinos hubiese atravesado mi corazón.
 El sol que se está poniendo, hace que la sombra se vaya alargando, a su paso, las pequeñas manchas blancas, débiles, se marchitan. Extiendo mis brazos en forma de cruz. Una lágrima sin sal desciende por mi mejilla, y como la cera, se detiene, seca. Mientras la luz se va apagando.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, tienes el don de la palabra!!!

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  2. y menudo don... yo que tú pensaría en escribir un libro ya... :)

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